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El río Napo en Puerto Ahuano, Tena. Bienvenidos al circo.

El último fin de semana de 4 días, aprovechamos la ocasión para ir al río Napo en Puerto Ahuano, Tena, a la “selva”. Lo pasamos bien aunque no era lo que esperábamos ver. Fue un poco decepcionante la experiencia.

Fondo de hojas en el tour del camino a la selva
Paseo por la selva

Cómo llegar

Para llegar, en coche desde Quito, hay que coger la carretera que va a las termas de Papallacta, E45, después de unas tres horas largas llegamos a Tena. Previa parada en el bar restaurante de carretera Doña Susi.  La carretera es espectacular, bosque húmedo y mucha vegetación.

Una vez en Tena podéis buscar alojamiento por allí o en los alrededores, nosotros escogimos la segunda opción, en Punta Ahuano, y tuvimos que recorrer una hora más en coche.

Navegando en una barca hacia el hotel por el río Napo
Navegando por el río Napo hacia el hotel

Llegamos de mañana, dejamos el coche en un parking del hotel, junto a un pequeño puerto donde una barcaza pasaba los vehículos a la otra orilla del río Napo. También atracan las pequeñas barcas que hacen los transportes de turistas y mercancías por el río.

Una de esas barcas nos acerco al lodge La Casa del Suizo tras 15 minutos de navegación. Tuve la sensación de estar en una de esas películas en las que los exploradores van a ver Tarzán atraídos por misteriosas leyendas.

La vista del hotel es espectacular, en una curva del río Napo, fortificado en lo alto de un escarpe el hotel parece de ensueño.

La fuerte corriente en la curva, hace que el barquero tenga que maniobrar con una pericia excelente para no chocar contra el muro que defiende al hotel del río.

Tour del día 1. Museo de trampas.

Una vez en el hotel comienza la aventura, tres tours por la selva. Después de comer, salimos con otra pareja hacia el primer tour, el museo de trampas.

Museo es una palabra muy grande, debería llamarse muestra, 4 o 5 ejemplos de trampas para cazar. El tour comenzaba con una explicación de plantas medicinales, llegamos cuando otro grupo había comenzado. No nos dio pena.

Nos unimos al grupo en un jardín botánico con unas cuantas plantas donde el chamán, vestido para la ocasión con collares y pulseras, nos explicaban el uso medicinal de cada una ellas.

Chamán explicando las propiedades medicinales de una planta de la selva. A la orilla del río Napo
Chamán

La cosa no fue a mejor, nos demostró cómo funcionaban las trampas y, por supuesto, el tiro con cerbatana al mono o loro de madera. Eso que no falte.

Siguiente paso, tienda de artesanía y demostración de un ritual para sanación. El chamán se fuma un cigarro, se echa un trago de un licor que quema como fuego y, con ese estímulo, a base de suaves latigazos con una rama y humo, la sanación está asegurada. Solo fue un simulacro, afortunadamente. Hay tratamientos que llevan varias sesiones.

Al finalizar, devorados por los mosquitos, regresamos al hotel a darnos un buen baño en la piscina. Preved repelente de insectos.

Por la noche y hasta la hora del desayuno cayó el diluvio. El río subió más de un metro. Nuestra habitación daba al río, un ruido ensordecedor que esa noche no sentimos. Caímos agotados después del viaje.

Tour del día 2.

Paseo por el bosque o selva.

El siguiente tour, después de desayunar, nos llevó con una agradable familia a caminar por la “selva”. La verdad es que el guía, conocedor del entorno fue muy instructivo.

Comenzamos el tour lloviendo, después de cargar unos troncos para hacer una balsa y bajar remando en ella, llegamos a un pequeño muelle donde un camino bien cuidado nos adentró en el bosque hasta un mirador.

Rana de color azul por debajo. venenosa si se come. El veneno lo tiene en el color.
Rana, boca arriba. Es venenosa, si se come, jeje.

Navegando por el río Napo se puede ver a los buscadores de oro. Algunos lo hacen en botes preparados para ese fin y otros con artesanales técnicas. Tirando del cernidor o criba. El río permite sacar entre 4 y 6 gramos de oro diarios. Eso sí, hay que saber donde se encuentra.

Por el camino pudimos observar ranas de diferentes tipos y plantas, medicinales. También probé las hormigas de limón. Saben a limón, eso sí, no tienes que tener mucha aprensión.

El camino obliga a pasar por una pequeña tarabita que parece una silla de jardín colgante y un puente de madera y cuerdas. Una experiencia.

Después de una hora y media de paseo tocaba remo y balsa. Se suspendió por la fuerza del agua. Es lo que tenemos los turistas, somos unos flojos. A las doce de la mañana otra vez en el hotel.

Avistamiento de Caimanes en el río Napo.

Por la tarde, otra excursión. Esta vez a ver los caimanes. Bueno, es como un zoo, el guía les da de comer mientras les sacas fotos. Aquí ni siquiera hay espectáculo “chamánico”. Vimos otro río y para el hotel de nuevo.

Preguntamos en el hotel si podíamos hacer otra excursión más al día siguiente y no hubo manera de llegar a un acuerdo. No me importó. Consistía en ir a un zoológico donde recuperan animales para la vida salvaje y bajar por el río en flotadores, tubing lo llaman.

Caimanes en la selva

Al día siguiente, después del desayuno, una barca nos llevó de nuevo a Puerto Ahuano, Tena. Recogimos el coche y de vuelta para Quito.

Bueno, como veis no nos gustó mucho, acostumbrados a viajar por nuestra cuenta y elegir las excursiones no fue una gran experiencia. Tampoco hubo manera de alojarse sin tours, y todos los hoteles tenían las mismas excursiones. Vamos, un circo al aire libre.

Vamos a probar en otro sitio, espero que por lo menos veamos vida salvaje.

Misahualli, a orillas del río Napo.

Puente peatonal sobre el río Napo. toma desde el suelo
Puente de acceso a Misahualli

A la vuelta decidimos acercarnos a Puerto Misahualli, un pequeño pueblo donde una manada de monos capuchinos hace las delicias de los turistas. Nosotros los vimos a una familia de esos monos llevarse una chaqueta, una botella de agua y algún vaso. Estaban todos en el ajo. No los utilizaron como nosotros.

Al parecer los monos pasan la noche en la plaza del pueblo. En la plaza, tienen un pequeño monumento que representa una manada. Sentirán admiración por la escultura.

Después, por la mañana, se desplazan a una pequeña playa en el río Napo. También “toman prestado” en los establecimientos del pueblo pero aunque son molestos, son fuente de ingresos para todos.

En la playa hay una cooperativa de taxis acuáticos que te llevan a hacer las excursiones que he mencionado antes. Los precios del transporte son por la barca entera por lo que si viajáis muchos os saldrá a buen precio. El circo es aparte. En Misahualli también hay agencias de viajes que os pueden ofertar tours.

Antes de llegar a Misahualli paramos en la Laguna Azul. Una laguna artificial en la que un señor te lleva a remo a ver animales, aves y, a veces, monos. Nosotros no vimos monos pero sí muchas aves, en un remanso de paz. Vimos más animales que en los tres días anteriores. 5 USD por persona. Por cierto, debe haber más de una Laguna Azul. Esta es la primera desde la carretera que lleva a Misahualli desde Puerto Ahuano. El puente está estropeado por lo que hay que cruzar andando, bici o moto. A los vehículos más pesados les está prohibido el paso. Aparcar antes del puente son 3 USD aunque se puede ir desde Tena por el otro lado del río Napo.

Alojamiento

Esta vez no recomiendo alojamiento, si lo que quieres es ver el entorno natural de una manera salvaje. Para pasar dos días o tres de relax total, La Casa del Suizo es estupendo. El trío bar-piscina-bar también puede servirle a muchos.

El hotel a pesar de que la comida es de buffet, y a mí no me gusta, no estuvo mal, mi pareja pinchó todos los días. Tampoco es muy variada. 440 USD 3 días 2 noches. El transporte en barca 25 USD contratada con el hotel aunque sospecho que en el puerto el precio hubiera sido más económico.

En cuanto al resto de hoteles de la zona, todos ofrecen lo mismo. Buscad el que más os guste.

Dónde comer.

El restaurante paradero Doña Susi, un sitio con unas excelentes vistas y unos platos y jugos a buen precio, desde 5 USD. A 15 km antes de llegar a Archidona, desde Quito, lo reconoceréis porque siempre hay autobuses y coches en el parking. Paramos a la ida y a la vuelta. No era la primera vez, en nuestro viaje a Baños y Puyo ya nos fascinó.

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